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PERDONAR SANA

 

Por Lapao62 Tu Astróloga

Aprender a perdonar es una de las herramientas de sanación más poderosas que existen, porque impacta tanto en tu espacio espiritual, como en el físico y el emocional. El perdón es la clave para la libertad.

Cuando aplicas el perdón hacia las personas que te causaron daño, tus seres queridos, hacia ti mismo e incluso hacia el concepto que tienes de la Divinidad (Dios, Universo, etc.), cortas el veneno emocional y la carga negativa que te mantenía atrapado al pasado.

Trabajar a aprender perdonar, aunque difícil, es una experiencia sanadora que todos tenemos la capacidad de realizar y que te permite disfrutar de tu presente, en plenitud, eliminar la culpa y con ella el estrés, que tanto perjudica a tu cuerpo físico.

Importante: no se trata de que al perdonar des la razón a quien te hizo daño, restes importancia a tus sentimientos o le brindes una excusa a quienes te maltrataron. Este tipo de pensamiento constituye una trampa del ego, y debes estar atento para evitarla.

 El perdón te ayuda a conciliarte con el pasado, aceptarte tal cual eres, y desterrar cualquier tipo de rechazo que tengas hacia ti mismo.

 El perdón te cura, te desengancha de todo aquello que causa dolor, para que puedas ver el pasado como aprendizaje y no como una bolsa de culpas.

 Dejar el pasado atrás, sanar las heridas del alma, olvidar los recuerdos dañinos, en una palabra perdonar al otro y a nosotros mismos por lo que hemos vivido... 

La ciencia ha trabajado con grupos para demostrar que la acción de perdonar genera beneficios de bienestar de vida, ligado a las premisas religiosas de perdonar al hermano que nos hizo daño, se ha comparado que la mente y el cuerpo físico sanan cuando se olvidan sin dolor y resentimiento los daños emocionales de nuestro pasado. Los expertos afirman que el resentimiento produce problemas de osteoporosis, digestión y problemas cardíacos. 

Desde la medicina se ha comprobado que el 80% de las enfermedades son psicosomáticas, es decir que inician cuando el espíritu y la mente enfermaron a causa del odio y rencor, produciendo enfermedades físicas más adelante. La ira, el enojo y  el resentimiento se guardan en el hígado, produciendo trastornos alimenticios e incluso tumores.

 

LOS BENEFICIOS DEL PERDÓN

 

Si has tenido una vida complicada, con grandes daños emocionales e incluso físicos, la mejor estrategia para vivir en paz es perdonar y olvidar los estragos del pasado, que sucedieron en un momento pero que ya se fueron. Médicos y psicólogos han trabajado desde varios años sobre los beneficios del perdón, plasmando con pruebas científicas que perdonar implica desprenderse de lo que ha pasado, con ello se la logrado incrementar la salud física de las personas, seguidas de una salud mental; estudios de cardiología demuestran que cuando se perdona existe una menor frecuencia cardíaca que se ve reflejada en una menor tensión arterial. El perdón ayuda a liberarse del uso de medicamentos para dormir, combate los trastornos de ansiedad y permite que seamos más propensos a vivir más años. El perdón verdadero incrementa los niveles de inmunidad, reduce los períodos de estrés y de dolor físico.

 

CONTRA ODIO, AMOR, UN PERDÓN QUE LIBERA

 

Cuando se les pregunta a los hombres si es necesario considerar el perdón en una situación de odio, el 70% responde afirmativamente. El perdón como un ejercicio de liberación logra que hombres y mujeres vivan con mayor equilibrio, felicidad y paz interior. Ante situaciones de odio producida por guerras, conflictos familiares, infidelidad, abandono y violencia física el perdón sana tanto a la persona que perdona como a su entorno. Las profundas tristezas deparan en depresiones, abren una brecha en el alma para hacer un vacío en el cuerpo, es por ello que terapeutas recomiendan perdonar los hechos que castigan a la persona, olvidar las emociones que dañan y liberar a la mente de los sentimientos que reprimen. Estudios avalan que las emociones positivas y negativas tienen grandes impactos en las estructuras moleculares.

 

LA VIRTUD DE PERDONAR

 

El perdón no es un acto de debilidad ni vulnerabilidad, al contrario la persona que perdona tiene mayor valentía, sabiduría y coraje para crear una vida más sana. Cuando se perdona se desarrollan nuevas virtudes como la generosidad, la compasión y la bondad para consigo mismo y con los demás. El dolor que produce el enfado o la ira se sobrepone con acciones de misericordia y paz, producto de un perdón meditado y consciente. Estudios de la Universidad de Virginia sobre el perdón como virtud han arrojado que las personas que han sufrido grandes ofensas cuando recuerdan los hechos con resentimiento, sufren de altos niveles de estrés y ansiedad, mientras que aquellos que vislumbran a la persona que los hirió y la perdonan, sus indicadores regresan a la normalidad.

 

EVIDENCIAS CIENTÍFICAS COMPRUEBAN EL PODER SANADOR  DE PERDONAR

 

Múltiples centros de estudios norteamericanos han publicando evidencias científicas sobre el hecho de perdonar, reportando que desde la práctica científica las personas que deciden olvidar y perdonar los daños reportan menos dolor, mientras que pacientes con cáncer una vez que son ayudados para  liberar el odio a través de la confesión con un sacerdote o mediante ejercicios de oración continua, sus niveles de esperanza de vida frente a la enfermedad incrementan. Parejas y matrimonios han evidenciado que el perdón los mantiene unidos y con canales de comunicación para solucionar conflictos. Por otro lado, estudios irlandeses con niños que han vivido en causas hostiles, reportan que cuando se les enseña que perdonar es pensar en el otro, reportan menos acciones de rabia y malestar social.


El poder curativo del perdón.

¿Cómo sana el perdón? Renunciando al deseo de venganza, al resentimiento y al juicio negativo sobre el que nos ha dañado, separándole de la ofensa. Las personas con mayor capacidad para perdonar, según algunos estudios, necesitan menos recursos de salud, consumen menos fármacos y tienen una mayor longevidad. Si es así, ¿por qué no perdonamos más veces?

 

Aun siendo tan positivo, perdonamos poco; esta decisión, que resulta tan positiva y liberadora, se hace a veces costosa.

 

Todos vivimos a diario situaciones en las que somos causantes o víctimas de una ofensa. Suelen ser tan menudas que procuramos olvidarlas para no alterar nuestro equilibrio emocional. Al fin y al cabo, confiamos en que no se repitan, o suponemos que no hubo mala intención o, sencillamente, que no afectarán a la estabilidad psíquica. Ahora bien, cuando el daño supera nuestro nivel de tolerancia, el sufrimiento se hace más intenso; y si se prolonga en el tiempo, pone a prueba nuestra resistencia mental y física.

 

             

Entonces, devolver el daño sufrido, con la esperanza de recuperar el equilibrio, se nos presenta como algo instintivo. Pero la venganza sólo convierte en agresor a la víctima, y no asegura la paz interior.

 

Y, como decía Hanna Arendt en La condición humana (1958), el hombre necesita del perdón y de la confianza para vivir en sociedad. Si es así, ¿por qué no perdonamos más veces?

 

Cuando alguien nos ofende, al dolor le suelen acompañar la ira y el odio hacia el culpable. Ese odio, la ira y el dolor no perdonado nos empujan al deseo de venganza. Y mientras perduran, nos mantienen atrapados en la ofensa, reviviendo el daño en un círculo vicioso que abre la puerta al resentimiento, ese veneno que, dice un experto, uno se toma para hacer daño al otro.

 

La relación entre lo psíquico y lo somático es estrecha, como lo demuestra el componente biológico de las emociones, como el afán de venganza y el resentimiento. Ambas son emociones auténticamente tóxicas que nos desgastan con una fuerza extraordinaria que las expande a todos los rincones del fondo vital. No nos dejan vivir en paz, y nos mantienen en un constante estado de alerta.

 

En esas condiciones, los mediadores biológicos del estrés, como la adrenalina o el cortisol, podrían alterar el funcionamiento del organismo y, más en concreto, los sistemas inmunitario y endocrino, y la función cardiovascular.

 

De hecho, algunos estudios demuestran que las personas con mayor actitud y capacidad para perdonar necesitan menos recursos de salud, consumen menos fármacos, poseen un umbral del dolor superior y, en última instancia, una mayor longevidad.

 

La salud mental también puede resentirse. De hecho, los cuadros psiquiátricos probablemente más frecuentes -los trastornos adaptativos- se deben con frecuencia a sucesos que la persona ha percibido de alguna manera como una ofensa. Y estas vivencias pueden desencadenar o perpetuar síntomas o trastornos de ansiedad, depresión, insomnio y conductas adictivas, como se desprende de algunos estudios.

 

La pregunta se nos plantea con nitidez: ¿cómo sana el perdón? ¿Cómo protege nuestra salud la decisión libre de la voluntad de responder a un daño comprendiendo y tratando con benevolencia al ofensor? Renunciando al deseo de venganza, al resentimiento y al juicio negativo sobre el que nos ha dañado, separándole de la ofensa (objetivamente mala). Tal decisión nos transforma de víctima pasiva en una persona activa, que busca un acercamiento empático y compasivo al ofensor. Una vez dignificado este, se abre la puerta a un abrazo que sellaría el perdón.

 

Ahora bien, el perdón genuino es cosa de dos. El ofensor -como causante- y el ofendido -como víctima- participan simultáneamente del mismo mal; y también ambos se benefician de un perdón que les transforma, les permite mirar otra vez hacia delante, dignificar al ofensor, descargar la memoria, sustituir el odio y el resentimiento por compasión y benevolencia, y restablecer e incluso fortalecer la relación previa.

 

Siendo tan positivo, curiosamente, perdonamos poco. Esta decisión, que habitualmente resulta tan positiva y liberadora, sin embargo, en ocasiones se hace extremadamente costosa. Cada uno tenemos nuestro propio estilo de hacer frente a las dificultades. Este estilo es fruto de diferentes estrategias de afrontamiento y de unos rasgos de personalidad que pueden ayudar o dificultar nuestra disposición y facilidad para el perdón. Por eso, aunque sea la persona la que se mueve libremente a perdonar, una adecuada ayuda psicológica puede servir para promover esta decisión. Un reciente análisis, que evalúa 54 estudios previos, subraya la eficacia de las intervenciones psicoterapéuticas para superar las ofensas y ayudar a resolverlas encauzándolas hacia el perdón. Las técnicas más valoradas, empiezan por reconocer el daño sufrido y las emociones negativas derivadas; e incluyen el esfuerzo por empatizar con el ofensor, intentando entender los motivos que pudieron llevarle a realizar esa ofensa.

 

Se dice que el tiempo lo cura todo, pero no es verdad. El paso de los días ayuda a olvidar una ofensa, pero sanar la herida, y prevenir con ello positivamente sus consecuencias sobre la salud mental y física, sólo lo hace el perdón.

 

CONSEJOS PARA PODER PERDONAR

 

·       Toma la decisión de perdonarte a ti y a los demás con acto de acción y no de palabra.

·       Asiste a un confesionario y libera tu corazó

·       Mantente en calma, no actúes con prisa esperando olvidar inmediatamente.

·       Reflexiona por qué perdonar te puede ayudar.

·       Asume que tú eres el único responsable de tú vida aquí en la tierra.

·       Acepta tus errores y exprésalos con actos generosos de perdó

·       Imagínate a la persona que te dañó y haz las pases con ella.

 

 

UNA ORACIÓN PARA EL PERDÓN

El perdón como herramienta de sanación

 

El médico y escritor mexicano, Don Miguel Ruiz (1952), en su libro “Oraciones. Inspiración y meditaciones guiadas para vivir con amor y felicidad” (2003), propone  la siguiente plegaria para conectar con la energía del perdón:

 

Hoy, Creador, concédeme el valor y la voluntad para perdonar a la gente a la que más amo.

 

Ayúdame a perdonar todas las injusticias que siento en mi mente y a amar a los demás de mane


ra incondicional. Sé que sólo mediante el perdón podré curar todo el dolor de mi corazón.

 

Hoy, Creador, fortalece mi voluntad para perdonar a todas las personas que me han herido aun cuando crea  que su ofensa es imperdonable.

 

Sé que el perdón es un acto de amor hacia uno mismo. Ayúdame a amarme tanto que sea capaz de perdonar todas las ofensas.

 

Permíteme elegir el perdón porque no quiero sufrir cada vez que recuerdo la ofensa.

 

Hoy, Creador, ayúdame a curar toda la culpabilidad de mi corazón mediante la aceptación del perdón de todas las personas a las que he herido en mi vida.

 

Ayúdame a reconocer con sinceridad los errores que he cometido por mera ignorancia y bríndame la sabiduría y la determinación necesarias para no volver a cometer los mismos errores.

 

Sé que el amor y el perdón transformarán todas mis relaciones de la manera más positiva posible.

 

Gracias, Creador, por ofrecerme la capacidad de amar y perdonar.

 

Hoy, abro mi corazón al amor y al perdón a fin de compartir mi amor sin miedo.

 

Hoy disfrutaré de una reunión con las personas a las que más amo.

 

Amén.

Comentarios

  1. Gracias Pao por crear este artículo tan cierto e importante para la salud tanto mental, física y espiritual. Ya se lo envié a unos familiares que lo necesitan a gritos. Y a mi me hizo reflexionar que gracias a Dios y a ti en tofos estos meses de meditación contigo me he liberado de muchos rencores también.
    🙏🙏🙏💖

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  2. Gracias por todo lo dicho,yo me e perdonado y e perdonado a personas que me an hecho daño aunque es muy difícil y sigo trabajando en eso también con las meditaciones e aprendido a soltar emisiones que también nos dañan,y también en confección con un sacerdote me e quitado de encima mis pecados y me siento mucho mejor,gracias por compartir tusabiduría

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