¿Qué es el budismo?
El budismo es tanto una religión como una doctrina
filosófica y espiritual no teísta, es decir, que no plantea la existencia de un
dios o un creador específico. Pertenece a la familia dhármica de creencias
provenientes de la India. Como filosofía, apunta al ascetismo y la
contemplación, basándose en los antiguos sistemas de creencias de las
religiones védicas.
En su seno se dan un conjunto de tradiciones, creencias,
ritos y prácticas espirituales que varían según la rama del budismo a la que se
refiera. Todas ellas tienen en común las enseñanzas de Siddharta Gautama, un
asceta y maestro espiritual mejor conocido como Buda.
Como doctrina, el budismo no se centra en la reverencia o
devoción de ningún dios, sino en el desarrollo espiritual de cada individuo. La
misma se logra a través de la contemplación profunda de la vida y de la
práctica del desapego, de la meditación y de la trascendencia de los placeres y
deseos mundanos.
Origen del budismo
El budismo surgió en el noreste de India entre los siglos VI
y IV a. C.
Era un momento de grandes cambios sociales e intensas
actividades religiosas.
La religión brahmánica imperante (perteneciente a las castas
superiores) se hallaba en un momento de crisis.
Con un clima propicio para las transformaciones culturales,
muchos estudiosos tendieron a la reinterpretación de los textos védicos,
mientras otros experimentaron con nuevas formas de misticismo.
Hacia el siglo III a. C. las enseñanzas del maestro y
fundador del budismo, conocido como Buda, se habían expandido rápidamente hasta
convertirse en la religión mayoritaria. Finalmente, el emperador indio Aṥoka la
proclamó la religión oficial de su gobierno.
Historia del budismo
El budismo es uno de los pilares de la cultura espiritual
asiática.
El budismo imperó en India hasta el siglo VII d. C. En ese
momento sufrió un dramático descenso en
el número de practicantes debido a las invasiones de los hunos alchon y al
enfrentamiento con otras religiones védicas, como el hinduismo.
Sin embargo, su importancia en las naciones vecinas fue en
aumento. Como consecuencia, en el siglo XIII había prácticamente desaparecido
de la India, pero se había propagado al Asia central y del sureste, gozando de
seguidores en China, Corea y Japón.
Además de constituir uno de los pilares de la cultura
espiritual asiática, a partir del siglo XX se volvió también popular en
Occidente. La naturaleza universalista de sus creencias le ha permitido
adaptarse a diversas culturas, lenguas y sociedades. Así se convirtió en una de
las religiones más grandes del mundo.
¿Quién fue el fundador del budismo?
El fundador del budismo fue Siddharta Gautama, también
conocido como Buda Gautama, Sakiamuni (“el sabio de los Sakia”) o simplemente
como Buda. Sin embargo, “Buda” (del sánscrito Buddha) es un título espiritual
védico, que significa más o menos “el que ha despertado” o “el iluminado”.
Esto significa que el mismo nombre se da a quienes han
logrado la verdadera iluminación espiritual. En ese sentido, el fundador del
budismo no era el primer buda ni mucho menos el único, pero fue quizá el más
importante asceta y sabio de la época.
Siddharta Gautama nació en Kapilavatthu, en la cordillera de
los Himalayas, en la desaparecida república Sakia. Se dice que existió entre
563 y 483 a. C., aproximadamente, aunque existen discrepancias respecto a su
fecha de nacimiento.
Gracias a su peregrinaje, las bases del budismo llegaron a
toda la región. Siddharta enseñaba una vía intermedia entre el hedonismo y el
ascetismo. Sus enseñanzas eran inicialmente transmitidas oralmente, hasta que
los primeros textos aparecieron cuatro siglos luego de su muerte.
Mucho de lo que se sabe la vida de Siddartha proviene de
relatos y leyendas. Se sostiene que fue noble de nacimiento pero renunció al
palacio y a su vida de lujo a los 29 años, convencido de haber dado con la
verdad interior de la existencia.
Principios filosóficos del budismo
- 1.
Budismo samsara rueda tiempo
El tiempo es circular, en un ciclo llamado Samsara.
El budismo como doctrina puede variar enormemente
dependiendo de la rama que se practique, pero usualmente contempla los mismos
principios filosóficos, que pueden resumirse en:
Las tres marcas o las tres realidades. Según el budismo, la
naturaleza del mundo de lo percibido, es decir, del que arrojan los sentidos,
se define por tres características fundamentales: Anitya (impermanencia),
Anātman (insustancialidad) y Duḥkha (sufrimiento, descontento).
- 2. El karma.
Toda acción intencional, según el budismo, crea uno o varios
efectos que se percibirán luego, cuando las circunstancias sean las correctas.
El karma puede ser “bueno” o “malo”, dependiendo de la naturaleza de la acción,
y se puede manifestar según cuatro tipos:
- · Karma oscuro con resultado oscuro
- · Karma brillante con resultado brillante
- · Karma oscuro y brillante con un resultado oscuro y brillante
- · Karma ni oscuro ni brillante con un resultado ni oscuro ni brillante
Así el karma se da en una variedad de motivaciones
complejas. El karma determina el destino previsible de las personas en base a
cuatro tipos:
·
Quien hace el mal y va a un infierno, estado de
degeneración o renacimiento inferior.
·
Quien hace el mal y va a un cielo, estado feliz
o renacimiento superior.
·
Quien hace el bien y va a un cielo, estado feliz
o renacimiento superior.
·
Quien hace el bien y va a un infierno, estado de
degeneración o renacimiento inferior.
Debe notarse que cielo e infierno no tienen que ver con
destinos luego de la muerte, sino estados del espíritu.
3.
Samsara.
Las religiones occidentales, tienen una concepción del
tiempo lineal y al final de la vida vendría una recompensa o un castigo. Por el
contrario, el budismo contempla un tiempo circular, que se repite eternamente
en un ciclo de nacimiento, sufrimiento y reencarnación, conocido como Samsara.
4.
Nirvana.
El estado de iluminación espiritual al que todo budista
aspira. Se explica en términos místicos como la elevación por encima de la
rueda eterna de nacimiento, sufrimiento, muerte y reencarnación.
Creencias del budismo
El budismo busca un punto medio entre las satisfacciones y
las mortificaciones.
Las creencias del budismo pueden expresarse a través de las
llamadas Cuatro Nobles Verdades, expresadas por Buda en su primer discurso
(Sutra) luego de la iluminación:
ü
La vida incluye el duḥkha. La vida es
imperfecta, y existir es convivir con la insatisfacción y el sufrimiento, que
son universales. Este es el punto de partida de toda práctica budista.
ü
El origen del sufrimiento es el tṛṣṇā. El
sufrimiento de la vida se origina en el deseo, el anhelo, el ansia que causan
los sentidos o el placer sensual, y la creencia de que alguna acción nos
llevará a la satisfacción de dicho deseo, pero ello es una ilusión, pues el
“yo” es una ilusión de la mente.
ü
Existe el cese del duḥkha. Esto es, el
sufrimiento cesa con el abandono de los deseos, lo cual se logra enfrentando la
vida como realmente es, y comprendiendo las causas del sufrimiento propio como
algo que anida en nosotros.
ü
Existe un método para extinguir el sufrimiento.
A este camino el budismo lo denomina el “Noble camino óctuple”. Consiste en la
búsqueda de un punto medio, evitando las excesivas satisfacciones y las
excesivas mortificaciones, a través de la conducta ética, la meditación, la
atención plena y consciencia del presente de manera continua.
Símbolos del budismo
1.
Nudo sin fin
El nudo sin fin representa la eterna sabiduría de Buda.
El nudo sin fin. Llamado srivatsa en sánscrito y empleado en
el budismo tibetano, simboliza la eterna sabiduría de Buda, ya que no tiene ni
principio ni fin.
2.
La rueda del Dharma.
Conocida como dharma chakra, representa el Noble Camino
Óctuple que Buda enseñó a sus discípulos.
3.
El árbol de Bodhi.
Se trata del árbol en el que Buda se sentó a meditar en Bodh
Gaya, hasta alcanzar la iluminación.
4.
La flor de loto.
Símbolo de la pureza mental que flota por encima del lodo de
lo cotidiano.
Ramas del budismo
El budismo tiene tres ramas diferentes:
ü
Therevada. La “doctrina de los ancianos”, es la
vertiente más conservadora respecto al dharma (doctrina) y vinaya (disciplina
monástica). Se desarrolló tempranamente en Sri Lanka y luego se expandió al
resto de Asia.
ü
Mahayana. Practicado en China, Japón, Tibet,
Corea, Vietnam y Taiwán, inició en el siglo I d. C. y comprende las enseñanzas
de Buda más como un método que como una doctrina.
ü
Vajrayana. Nacido del Mahayana, se diferencia de
éste en la adopción de “métodos hábiles” o upaya, como los mantras, los
tantras, mandalas y otras formas de visualización.
Lugares sagrados del budismo
·
En Bodh Gaya se encuentra el árbol bajo el que
Buda alcanzó la iluminación.
·
Lumpini (Nepal). Lugar de nacimiento de Buda.
·
Bodh Gaya (India). Aquí alcanzó la iluminación.
·
Sarnath (India). Donde dio su primer sermón.
·
Kushinagar (India). Lugar de su fallecimiento.
Seguidores del budismo en el mundo
Se estiman en unos 400 a 1000 millones de personas en todo
el mundo. El país con mayor cantidad de seguidores del budismo en la actualidad
es China.
El Budismo y El desapego
El desapego, que se convierte en una de las principales vías
para alcanzar la tranquilidad espiritual, el bienestar y la felicidad. No
obstante, también es uno de los mandamientos más difíciles de seguir.
El apego es una expresión de inseguridad
La ley del desapego nos indica que debemos renunciar a
nuestro apego a las cosas, lo cual no significa que renunciemos a nuestras metas,
no renunciamos a la intención sino más bien al interés por el resultado. A
primera vista, puede parecer una nimiedad o un cambio insustancial pero en
realidad, se trata de una transformación colosal en nuestra forma de comprender
el mundo y en nuestra manera de vivir.
De hecho, en el mismo momento en que renunciamos al interés
por el resultado, nos desligamos del deseo, que a menudo confundimos con la
necesidad y que nos conduce a perseguir metas que realmente no nos satisfacen.
En ese momento, adoptamos una actitud más relajada y, a pesar de que puede
parecer un contrasentido, nos resulta más fácil conseguir lo que deseamos. Esto
se debe a que el desapego sienta sus bases en la confianza en nuestras
potencialidades, mientras que el apego se basa en el miedo a la pérdida y la
inseguridad.
Cuando nos sentimos inseguros, nos apegamos a las cosas, a
las relaciones o a las personas. Sin embargo, lo curioso es que mientras más
desarrollamos ese apego, más se acrecienta nuestro miedo a la pérdida. Ese
miedo no solo afecta nuestra estabilidad emocional, sino que también nos puede
llevar a crear patrones de comportamiento disfuncionales.
Por ejemplo, podemos desarrollar un apego enfermizo a las
cosas, como las personas que no pueden vivir sin su smartphone e incluso sufren
alucinaciones auditivas provocadas por el hábito de estar siempre pendientes de
la próxima llamada o mensaje. Por supuesto, también podemos caer en patrones
relacionales dañinos, que ahoguen a la persona que amamos y terminen dañando
profundamente la relación o incluso rompiéndola.
Sin embargo, el desapego predica otra forma de relacionarse,
implica no depender de lo que tenemos o de esa persona con la cual hemos
establecido vínculos afectivos. Es importante comprender que el desapego no significa
no amar, sino ser autónomos, liberarnos del miedo a la pérdida para comenzar a
disfrutar realmente de lo que tenemos o de la persona que amamos. El desapego
no significa dejar de disfrutar y experimentar placer sino todo lo contrario,
comenzar a vivir de forma más plena, porque nuestras experiencias dejan de
estar ensombrecidas por el temor a la pérdida.
La incertidumbre como camino
El apego es el producto de una conciencia de pobreza, que se
centra en los símbolos. De hecho, para el budismo, la vivienda, la ropa, los
coches y los objetos en sentido general, son símbolos transitorios, que vienen
y van. Perseguir esos símbolos equivale a esforzarse por atesorar el mapa, pero
no implica disfrutar del territorio. Por eso, terminamos sintiéndonos vacíos por
dentro. En práctica, cambiamos nuestro “yo” por los símbolos de ese “yo”.
¿Por qué perseguimos esos símbolos? Básicamente, porque nos
han hecho pensar que en las posesiones materiales radica la seguridad. Pensamos
que al tener una casa y ganar mucho dinero, nos sentiremos seguros. De hecho,
hay quienes piensan: “Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero.
Entonces seré libre económicamente y podré hacer lo que me gusta”. Sin embargo,
lo curioso es que en muchos casos, mientras más dinero se posee, más inseguras
se sienten las personas.
El problema radica en que identificar la seguridad con las
posesiones no es más que una señal de inseguridad y, obviamente, la
tranquilidad que pueden brindar es efímera. Quienes buscan la seguridad, la
persiguen durante toda su vida, sin llegar a encontrarla.
Esto se debe a que buscar la seguridad y la certeza no es
más que un apego a lo conocido, un apego al pasado. Lo conocido es simplemente
una prisión construida a partir del condicionamiento anterior. No prevé la
evolución, y cuando no hay cambios, simplemente aparece el caos, el estancamiento
y la decadencia.
Al contrario, es necesario afianzarse en la incertidumbre.
Esta es terreno fértil para la creatividad y la libertad ya que implica
penetrar en lo desconocido, un gran abanico de posibilidades donde todo es
nuevo. Sin la incertidumbre, la vida es tan solo una repetición de los
recuerdos, de las experiencias que ya hemos vivido. Por tanto, nos atamos
emocionalmente al pasado, convirtiéndonos en sus rehenes.
Cuando renunciamos al apego a lo conocido, podemos
adentrarnos en lo desconocido, abrazar la incertidumbre y abrirnos a nuevas
experiencias que alimentan nuestras ganas de vivir y nos convierten en personas
más felices.
Los problemas como oportunidades
La ley del desapego no nos indica que no debemos tener
metas. Cuando abrazamos el desapego no nos convertimos en hojas movidas por el
viento. De hecho, en el budismo las metas son importantes para marcar la
dirección en la que caminaremos. Sin embargo, lo interesante es que entre el
punto A y el punto B, existe incertidumbre, lo cual significa un universo
prácticamente infinito de posibilidades. Así, para alcanzar nuestro objetivo,
podemos seguir diferentes caminos y cambiar la dirección cuando lo deseemos.
Esta manera de comprender la vida nos reporta otra ventaja:
no forzar las soluciones a los problemas y mantenernos atentos a las
oportunidades. Cuando ponemos en práctica el verdadero desapego, no nos
sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas sino que somos
pacientes y esperamos y, mientras lo hacemos, encontramos las oportunidades.
De hecho, según el budismo, cada problema encierra una
oportunidad que conlleva a su vez algún beneficio. Lo que sucede es que con la
mentalidad del apego, nos asustamos e intentamos forzar la solución, de manera
que la mayoría de las veces solo nos centramos en la parte negativa del
problema y desaprovechamos la oportunidad que este encierra.
Sin embargo, cuando creemos que cada problema contiene la
semilla de la oportunidad, nos abrimos a una gama mucho más amplia de
oportunidades. De esta forma, no solo sufriremos mucho menos en la adversidad
sino que encontraremos más rápido la solución y esta nos permitirá crecer como
personas.
Recuerda que: “Todas las cosas a las que te apegas, y sin
las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos
de angustia. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los
pensamientos que hay en tu mente…”
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