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ENTENDIENDO EL BUDISMO LA LEY DEL DESAPEGO

 


 

Por Lapao62 Tu Astróloga

¿Qué es el budismo?

El budismo es tanto una religión como una doctrina filosófica y espiritual no teísta, es decir, que no plantea la existencia de un dios o un creador específico. Pertenece a la familia dhármica de creencias provenientes de la India. Como filosofía, apunta al ascetismo y la contemplación, basándose en los antiguos sistemas de creencias de las religiones védicas.

 

En su seno se dan un conjunto de tradiciones, creencias, ritos y prácticas espirituales que varían según la rama del budismo a la que se refiera. Todas ellas tienen en común las enseñanzas de Siddharta Gautama, un asceta y maestro espiritual mejor conocido como Buda.

 

Como doctrina, el budismo no se centra en la reverencia o devoción de ningún dios, sino en el desarrollo espiritual de cada individuo. La misma se logra a través de la contemplación profunda de la vida y de la práctica del desapego, de la meditación y de la trascendencia de los placeres y deseos mundanos.

 

Origen del budismo

 

El budismo surgió en el noreste de India entre los siglos VI y IV a. C.

Era un momento de grandes cambios sociales e intensas actividades religiosas.

La religión brahmánica imperante (perteneciente a las castas superiores) se hallaba en un momento de crisis.

Con un clima propicio para las transformaciones culturales, muchos estudiosos tendieron a la reinterpretación de los textos védicos, mientras otros experimentaron con nuevas formas de misticismo.

Hacia el siglo III a. C. las enseñanzas del maestro y fundador del budismo, conocido como Buda, se habían expandido rápidamente hasta convertirse en la religión mayoritaria. Finalmente, el emperador indio Aṥoka la proclamó la religión oficial de su gobierno.

 

Historia del budismo

El budismo es uno de los pilares de la cultura espiritual asiática.

El budismo imperó en India hasta el siglo VII d. C. En ese momento  sufrió un dramático descenso en el número de practicantes debido a las invasiones de los hunos alchon y al enfrentamiento con otras religiones védicas, como el hinduismo.

 

Sin embargo, su importancia en las naciones vecinas fue en aumento. Como consecuencia, en el siglo XIII había prácticamente desaparecido de la India, pero se había propagado al Asia central y del sureste, gozando de seguidores en China, Corea y Japón.

 

Además de constituir uno de los pilares de la cultura espiritual asiática, a partir del siglo XX se volvió también popular en Occidente. La naturaleza universalista de sus creencias le ha permitido adaptarse a diversas culturas, lenguas y sociedades. Así se convirtió en una de las religiones más grandes del mundo.

 

¿Quién fue el fundador del budismo?




 

El fundador del budismo fue Siddharta Gautama, también conocido como Buda Gautama, Sakiamuni (“el sabio de los Sakia”) o simplemente como Buda. Sin embargo, “Buda” (del sánscrito Buddha) es un título espiritual védico, que significa más o menos “el que ha despertado” o “el iluminado”.

 

Esto significa que el mismo nombre se da a quienes han logrado la verdadera iluminación espiritual. En ese sentido, el fundador del budismo no era el primer buda ni mucho menos el único, pero fue quizá el más importante asceta y sabio de la época.

 

Siddharta Gautama nació en Kapilavatthu, en la cordillera de los Himalayas, en la desaparecida república Sakia. Se dice que existió entre 563 y 483 a. C., aproximadamente, aunque existen discrepancias respecto a su fecha de nacimiento.

 

Gracias a su peregrinaje, las bases del budismo llegaron a toda la región. Siddharta enseñaba una vía intermedia entre el hedonismo y el ascetismo. Sus enseñanzas eran inicialmente transmitidas oralmente, hasta que los primeros textos aparecieron cuatro siglos luego de su muerte.

 

Mucho de lo que se sabe la vida de Siddartha proviene de relatos y leyendas. Se sostiene que fue noble de nacimiento pero renunció al palacio y a su vida de lujo a los 29 años, convencido de haber dado con la verdad interior de la existencia.

 

Principios filosóficos del budismo

 

  • 1.      Budismo samsara rueda tiempo



 


El tiempo es circular, en un ciclo llamado Samsara.

El budismo como doctrina puede variar enormemente dependiendo de la rama que se practique, pero usualmente contempla los mismos principios filosóficos, que pueden resumirse en:

Las tres marcas o las tres realidades. Según el budismo, la naturaleza del mundo de lo percibido, es decir, del que arrojan los sentidos, se define por tres características fundamentales: Anitya (impermanencia), Anātman (insustancialidad) y Duḥkha (sufrimiento, descontento).

  1. 2.      El karma.




Toda acción intencional, según el budismo, crea uno o varios efectos que se percibirán luego, cuando las circunstancias sean las correctas. El karma puede ser “bueno” o “malo”, dependiendo de la naturaleza de la acción, y se puede manifestar según cuatro tipos:

  • ·        Karma oscuro con resultado oscuro
  • ·        Karma brillante con resultado brillante
  • ·        Karma oscuro y brillante con un resultado oscuro y brillante
  • ·        Karma ni oscuro ni brillante con un resultado ni oscuro ni brillante

 

Así el karma se da en una variedad de motivaciones complejas. El karma determina el destino previsible de las personas en base a cuatro tipos:

 

·        Quien hace el mal y va a un infierno, estado de degeneración o renacimiento inferior.

·        Quien hace el mal y va a un cielo, estado feliz o renacimiento superior.

·        Quien hace el bien y va a un cielo, estado feliz o renacimiento superior.

·        Quien hace el bien y va a un infierno, estado de degeneración o renacimiento inferior.

 

Debe notarse que cielo e infierno no tienen que ver con destinos luego de la muerte, sino estados del espíritu.

 

3.      Samsara.


 


Las religiones occidentales, tienen una concepción del tiempo lineal y al final de la vida vendría una recompensa o un castigo. Por el contrario, el budismo contempla un tiempo circular, que se repite eternamente en un ciclo de nacimiento, sufrimiento y reencarnación, conocido como Samsara.

 

4.      Nirvana.

 



El estado de iluminación espiritual al que todo budista aspira. Se explica en términos místicos como la elevación por encima de la rueda eterna de nacimiento, sufrimiento, muerte y reencarnación.

 

 

Creencias del budismo

 

El budismo busca un punto medio entre las satisfacciones y las mortificaciones.

Las creencias del budismo pueden expresarse a través de las llamadas Cuatro Nobles Verdades, expresadas por Buda en su primer discurso (Sutra) luego de la iluminación:

 

ü  La vida incluye el duḥkha. La vida es imperfecta, y existir es convivir con la insatisfacción y el sufrimiento, que son universales. Este es el punto de partida de toda práctica budista.

ü  El origen del sufrimiento es el tṛṣṇā. El sufrimiento de la vida se origina en el deseo, el anhelo, el ansia que causan los sentidos o el placer sensual, y la creencia de que alguna acción nos llevará a la satisfacción de dicho deseo, pero ello es una ilusión, pues el “yo” es una ilusión de la mente.

ü  Existe el cese del duḥkha. Esto es, el sufrimiento cesa con el abandono de los deseos, lo cual se logra enfrentando la vida como realmente es, y comprendiendo las causas del sufrimiento propio como algo que anida en nosotros.

ü  Existe un método para extinguir el sufrimiento. A este camino el budismo lo denomina el “Noble camino óctuple”. Consiste en la búsqueda de un punto medio, evitando las excesivas satisfacciones y las excesivas mortificaciones, a través de la conducta ética, la meditación, la atención plena y consciencia del presente de manera continua.

 

Símbolos del budismo

 

 

 

1.      Nudo sin fin

 

 


El nudo sin fin representa la eterna sabiduría de Buda.

El nudo sin fin. Llamado srivatsa en sánscrito y empleado en el budismo tibetano, simboliza la eterna sabiduría de Buda, ya que no tiene ni principio ni fin.

 

 

 

2.      La rueda del Dharma.

 

 


Conocida como dharma chakra, representa el Noble Camino Óctuple que Buda enseñó a sus discípulos.

 

 

3.      El árbol de Bodhi.



 

Se trata del árbol en el que Buda se sentó a meditar en Bodh Gaya, hasta alcanzar la iluminación.

 

4.      La flor de loto.




 

Símbolo de la pureza mental que flota por encima del lodo de lo cotidiano.

 

Ramas del budismo

 

El budismo tiene tres ramas diferentes:

 

ü  Therevada. La “doctrina de los ancianos”, es la vertiente más conservadora respecto al dharma (doctrina) y vinaya (disciplina monástica). Se desarrolló tempranamente en Sri Lanka y luego se expandió al resto de Asia.

ü  Mahayana. Practicado en China, Japón, Tibet, Corea, Vietnam y Taiwán, inició en el siglo I d. C. y comprende las enseñanzas de Buda más como un método que como una doctrina.

ü  Vajrayana. Nacido del Mahayana, se diferencia de éste en la adopción de “métodos hábiles” o upaya, como los mantras, los tantras, mandalas y otras formas de visualización.

 

Lugares sagrados del budismo



 

·        En Bodh Gaya se encuentra el árbol bajo el que Buda alcanzó la iluminación.




·        Lumpini (Nepal). Lugar de nacimiento de Buda.




·        Bodh Gaya (India). Aquí alcanzó la iluminación.




·        Sarnath (India). Donde dio su primer sermón.



·        Kushinagar (India). Lugar de su fallecimiento.

 

 

Seguidores del budismo en el mundo

 

Se estiman en unos 400 a 1000 millones de personas en todo el mundo. El país con mayor cantidad de seguidores del budismo en la actualidad es China.

 

El Budismo y El desapego

 

El desapego, que se convierte en una de las principales vías para alcanzar la tranquilidad espiritual, el bienestar y la felicidad. No obstante, también es uno de los mandamientos más difíciles de seguir.

 

El apego es una expresión de inseguridad

 

La ley del desapego nos indica que debemos renunciar a nuestro apego a las cosas, lo cual no significa que renunciemos a nuestras metas, no renunciamos a la intención sino más bien al interés por el resultado. A primera vista, puede parecer una nimiedad o un cambio insustancial pero en realidad, se trata de una transformación colosal en nuestra forma de comprender el mundo y en nuestra manera de vivir.

 

De hecho, en el mismo momento en que renunciamos al interés por el resultado, nos desligamos del deseo, que a menudo confundimos con la necesidad y que nos conduce a perseguir metas que realmente no nos satisfacen. En ese momento, adoptamos una actitud más relajada y, a pesar de que puede parecer un contrasentido, nos resulta más fácil conseguir lo que deseamos. Esto se debe a que el desapego sienta sus bases en la confianza en nuestras potencialidades, mientras que el apego se basa en el miedo a la pérdida y la inseguridad.

Cuando nos sentimos inseguros, nos apegamos a las cosas, a las relaciones o a las personas. Sin embargo, lo curioso es que mientras más desarrollamos ese apego, más se acrecienta nuestro miedo a la pérdida. Ese miedo no solo afecta nuestra estabilidad emocional, sino que también nos puede llevar a crear patrones de comportamiento disfuncionales.

Por ejemplo, podemos desarrollar un apego enfermizo a las cosas, como las personas que no pueden vivir sin su smartphone e incluso sufren alucinaciones auditivas provocadas por el hábito de estar siempre pendientes de la próxima llamada o mensaje. Por supuesto, también podemos caer en patrones relacionales dañinos, que ahoguen a la persona que amamos y terminen dañando profundamente la relación o incluso rompiéndola.

Sin embargo, el desapego predica otra forma de relacionarse, implica no depender de lo que tenemos o de esa persona con la cual hemos establecido vínculos afectivos. Es importante comprender que el desapego no significa no amar, sino ser autónomos, liberarnos del miedo a la pérdida para comenzar a disfrutar realmente de lo que tenemos o de la persona que amamos. El desapego no significa dejar de disfrutar y experimentar placer sino todo lo contrario, comenzar a vivir de forma más plena, porque nuestras experiencias dejan de estar ensombrecidas por el temor a la pérdida.

 

La incertidumbre como camino

 

El apego es el producto de una conciencia de pobreza, que se centra en los símbolos. De hecho, para el budismo, la vivienda, la ropa, los coches y los objetos en sentido general, son símbolos transitorios, que vienen y van. Perseguir esos símbolos equivale a esforzarse por atesorar el mapa, pero no implica disfrutar del territorio. Por eso, terminamos sintiéndonos vacíos por dentro. En práctica, cambiamos nuestro “yo” por los símbolos de ese “yo”.

 

¿Por qué perseguimos esos símbolos? Básicamente, porque nos han hecho pensar que en las posesiones materiales radica la seguridad. Pensamos que al tener una casa y ganar mucho dinero, nos sentiremos seguros. De hecho, hay quienes piensan: “Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero. Entonces seré libre económicamente y podré hacer lo que me gusta”. Sin embargo, lo curioso es que en muchos casos, mientras más dinero se posee, más inseguras se sienten las personas.

 

 

 

El problema radica en que identificar la seguridad con las posesiones no es más que una señal de inseguridad y, obviamente, la tranquilidad que pueden brindar es efímera. Quienes buscan la seguridad, la persiguen durante toda su vida, sin llegar a encontrarla.

 

Esto se debe a que buscar la seguridad y la certeza no es más que un apego a lo conocido, un apego al pasado. Lo conocido es simplemente una prisión construida a partir del condicionamiento anterior. No prevé la evolución, y cuando no hay cambios, simplemente aparece el caos, el estancamiento y la decadencia.

 

Al contrario, es necesario afianzarse en la incertidumbre. Esta es terreno fértil para la creatividad y la libertad ya que implica penetrar en lo desconocido, un gran abanico de posibilidades donde todo es nuevo. Sin la incertidumbre, la vida es tan solo una repetición de los recuerdos, de las experiencias que ya hemos vivido. Por tanto, nos atamos emocionalmente al pasado, convirtiéndonos en sus rehenes.

 

Cuando renunciamos al apego a lo conocido, podemos adentrarnos en lo desconocido, abrazar la incertidumbre y abrirnos a nuevas experiencias que alimentan nuestras ganas de vivir y nos convierten en personas más felices.

 

Los problemas como oportunidades

 

La ley del desapego no nos indica que no debemos tener metas. Cuando abrazamos el desapego no nos convertimos en hojas movidas por el viento. De hecho, en el budismo las metas son importantes para marcar la dirección en la que caminaremos. Sin embargo, lo interesante es que entre el punto A y el punto B, existe incertidumbre, lo cual significa un universo prácticamente infinito de posibilidades. Así, para alcanzar nuestro objetivo, podemos seguir diferentes caminos y cambiar la dirección cuando lo deseemos.

 

Esta manera de comprender la vida nos reporta otra ventaja: no forzar las soluciones a los problemas y mantenernos atentos a las oportunidades. Cuando ponemos en práctica el verdadero desapego, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas sino que somos pacientes y esperamos y, mientras lo hacemos, encontramos las oportunidades.

 

De hecho, según el budismo, cada problema encierra una oportunidad que conlleva a su vez algún beneficio. Lo que sucede es que con la mentalidad del apego, nos asustamos e intentamos forzar la solución, de manera que la mayoría de las veces solo nos centramos en la parte negativa del problema y desaprovechamos la oportunidad que este encierra.

 

Sin embargo, cuando creemos que cada problema contiene la semilla de la oportunidad, nos abrimos a una gama mucho más amplia de oportunidades. De esta forma, no solo sufriremos mucho menos en la adversidad sino que encontraremos más rápido la solución y esta nos permitirá crecer como personas.

 

Recuerda que: “Todas las cosas a las que te apegas, y sin las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos de angustia. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los pensamientos que hay en tu mente…”

 

 

 

 


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